En las últimas semanas hemos descrito la metodología de trabajo de Proyecto Joven. En este post contaremos la experiencia de una familia que superó con éxito el proceso de terapia. Sus nombres, por requerimiento de los entrevistados, son ficticios; su historia, real y más frecuente de lo que muchos pueden imaginarse.

“Nosotros sospechábamos que nuestro hijo fumaba porros e incluso alguna vez le habíamos cogido alguna cosa en casa, pero él siempre decía que era de un amigo”, apunta Amparo. Hasta que un día la situación dio un giro de ciento ochenta grados. “En un momento determinado -prosigue Amparo- nos dimos cuenta que faltaban algunos objetos de valor en casa”. Varias piezas de oro que Manuel (su hijo) reconoció haber cogido para venderlas, ya que “en esos momentos consumía con bastante frecuencia”.

Esta confesión cayó como una bomba en la convivencia de una familia estructurada, que hasta el momento no había experimentado ningún problema serio en la educación de los hijos. “La verdad es que no sabíamos qué trascendencia podía tener la situación, hasta que nos encontramos con el problema de los robos en casa”, afirma Manuel (padre).

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“Desde un primer momento sabía que era una situación insostenible. Algo dentro de mí decía todos los días que la situación había que cambiarla”, confiesa Manuel (hijo). Una situación generada, como en otros muchos casos, por el entorno de amistades, “por la necesidad de repetir lo que hacen tus supuestos amigos para no quedar fuera del grupo”. Sobre todo a una edad (Manuel comenzó el consumo con 14 años), en la que se tiende a buscar referentes fuera del ámbito familiar.

Reconocida la situación, toda la familia pensó que para solucionar esta crisis necesitarían un apoyo externo. Ayuda que encontraron en el seno del programa Proyecto Joven. “Yo llegué aquí con la clara disposición de superar el problema, ya que sufría por mis padres y por mí”, afirma Manuel. Disposición que le llevó a afrontar la terapia “de una forma ejemplar”, apunta Amparo, todo ello a pesar de tener en esos momentos 19 años.

“En los primeros momentos sí que echaba en falta tener una persona, al margen de mi familia, que hiciera también conmigo la labor de seguimiento, sobre todo para desconectar un poco de Proyecto Joven. En ese momento te das cuenta de las diferencias entre las amistades que tenías y las que aspiras a tener”, afirma Manuel.

A pesar de estos primeros sinsabores, la terapia representó para Manuel un cambio en su forma de pensar. “Me ayudó a desarrollarme como persona sin depender de nadie y ni del consumo de ningún tipo de droga”.

La experiencia de sus padres fue similar, aunque necesitaron de un gran esfuerzo para superar las primeras etapas de la terapia. “Para nosotros entrar en Proyecto Joven fue un choque, todo nos sonaba a chino”, dice Manuel.

Pero poco a poco, estos momentos de desorientación dieron paso al descubrimiento de claves que podían aplicar en la educación de su hijo, y fundamentalmente al reconocimiento de los errores que habían cometido en su rol de padres. “Se cometen fallos en la educación de los hijos sobre todo por ignorancia. Ojalá hubiéramos conocido la Escuela de Padres antes, incluso sin haber tenido el problema con nuestro hijo”, afirma Manuel.

Ahora somos una familia que ha vuelto a nacer, a la que se le ha dado completamente la vuelta como a un calcetín”, añade Amparo. Manuel completó sus estudios y ahora tiene empleo, su padre siguió unido a Proyecto Joven a través de su trabajo como voluntario y Amparo afronta desde otra perspectiva los problemas de convivencia de su familia.

Nosotros no tenemos más que palabras de agradecimiento hacia Proyecto Hombre. La ayuda que hemos recibido ha sido fundamental para solucionar el problema que tuvimos con nuestro hijo y para enfocar con otra actitud los problemas con los que nos tendremos que enfrentar en el futuro”, apostilla Amparo.